La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reservó la fecha del 16 de octubre para celebrar el Día Mundial de la Alimentación, condiciendo con la fecha de su fundación en 1945.
La decisión se tomó en noviembre de 1979, aunque no fue hasta 1981 que se instauró oficialmente. Desde entonces se ha desarrollado cada año en más de 150 países, dando a conocer los problemas detrás de la pobreza y el hambre.
El Día Mundial de la Alimentación de 2022 se celebró este viernes en Roma bajo la consigna de “no dejar a nadie atrás”, en el contexto de un empeoramiento de la crisis mundial de la seguridad alimentaria y cifras récord de personas en riesgo de padecer graves niveles de hambre en África y Asia.
En ceremonia con amplia repercusión internacional, desde la sede de la FAO en Roma se transmitieron los mensajes de Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas; el Papa Francisco y Sergio Mattarella, Presidente de Italia, entre otros líderes planetarios.
Cientos de iniciativas se llevaron a cabo para conmemorar la fecha, entre ellas la presentación de un llamamiento a la acción en más de 50 idiomas en carteles digitales y a través de creativas iniciativas de marca, incluido en el Aeropuerto Internacional de Kigali, la estatua del Cristo Redentor de Río de Janeiro, las Cataratas del Niágara y Piccadilly Circus en Londres.
La edición de 2022 tiene lugar en un momento en el que la seguridad alimentaria mundial afronta amenazas procedentes de varias direcciones, al sumarse la escalada de los precios de los alimentos, la energía y los fertilizantes a factores tradicionales como la crisis climática y los conflictos prolongados. Entretanto, la pandemia de la enfermedad por coronavirus (Covid-19) continúa teniendo efecto en nuestras economías y nuestras vidas.
Además de las 970.000 personas en riesgo de padecer hambruna en Afganistán, Etiopía, Somalia, Sudán del Sur y Yemen, el número de personas aquejadas de hambre en todo el mundo va en aumento (hasta 828 millones en 2021, según el último informe de la FAO.
Fuente: FAO, El Economista